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julio 5, 2025
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Las personas de zonas más pobres viven entre tres y cuatro años menos

Un revelador estudio realizado por investigadores de la UNC ha mostrado que las personas que viven en áreas más empobrecidas de la ciudad de Córdoba tienen una expectativa de vida considerablemente menor.

Un revelador estudio realizado por investigadores de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) ha mostrado que las personas que viven en áreas más empobrecidas de la ciudad de Córdoba tienen una expectativa de vida considerablemente menor que aquellas que residen en zonas más favorecidas. En términos específicos, las mujeres de sectores más pobres viven, en promedio, 3,2 años menos que las que habitan en áreas con mejores condiciones socioeconómicas, mientras que los hombres viven 4,6 años menos.

La investigación se centró en analizar la influencia de factores socioeconómicos en la esperanza de vida de los habitantes de Córdoba. Para ello, se dividió la ciudad en 99 fracciones censales y se cruzaron los datos de 40.898 muertes registradas entre 2015 y 2018 con indicadores sociales del censo de 2010. Los resultados son claros: las condiciones de vida influyen directamente en la longevidad de las personas, y las disparidades son significativas.

Las áreas más vulnerables, donde predominan altos índices de hacinamiento, desempleo y bajos niveles educativos, están correlacionadas con una menor esperanza de vida. En cambio, en las zonas más favorecidas, donde los habitantes tienen acceso a educación secundaria completa, agua corriente y mejores condiciones de vivienda, la esperanza de vida es considerablemente más alta.

En promedio, las mujeres de la ciudad de Córdoba viven hasta los 80 años, mientras que los hombres alcanzan los 75 años. Sin embargo, la brecha entre las áreas más ricas y las más empobrecidas es aún mayor en los varones, con una diferencia de 4,6 años. Este dato refleja cómo las condiciones socioeconómicas impactan de manera desigual según el género.

Eugenia Peisino, epidemióloga de la UNC y una de las autoras del estudio, explica que los factores clave incluyen la asistencia escolar, el hacinamiento en las viviendas y el acceso a servicios básicos como el agua corriente. “Si un niño no asiste a la escuela porque el colectivo dejó de pasar por su barrio, no parece un hecho relevante, pero este estudio demuestra que esos factores repercuten en la longevidad de las personas”, señala Peisino.

Los investigadores también subrayan que la expectativa de vida es un indicador clave que refleja la salud general de la población y su bienestar. En este contexto, los datos obtenidos en Córdoba ofrecen una fotografía clara de cómo la desigualdad social y económica se traduce en diferencias significativas en la calidad de vida y la longevidad de los ciudadanos.

La relevancia de este estudio es enorme, no solo a nivel local, sino también como referencia para políticas públicas de salud. Natalia Tumas, coautora de la investigación y miembro del CIECS-CONICET-UNC, destaca que es uno de los pocos estudios con este nivel de detalle y desagregación en América Latina, lo cual permite tener una comprensión más precisa de las desigualdades en salud.

Este trabajo también pone en evidencia que las diferencias en la esperanza de vida no son un fenómeno aislado, sino que están vinculadas a patrones de pobreza estructural. “En salud hay un eslogan que remarca las ‘tiranías de las medias’”, señala Gabriel Acevedo, doctor en Medicina y miembro de la UNC. Es decir, que se habla de una media de vida, pero al analizar datos más detallados, surgen grandes disparidades entre las distintas áreas de una misma ciudad o provincia.

Los especialistas coinciden en que estos datos pueden servir de base para políticas públicas más inclusivas e integrales, que apunten a reducir las brechas sociales y mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables. La educación, el acceso a servicios básicos y la mejora en las condiciones laborales son aspectos fundamentales para lograr una sociedad más equitativa en términos de salud y longevidad.

El estudio forma parte del proyecto Salurbal (Salud Urbana en América Latina), que busca recabar y procesar datos sobre salud urbana para compararlos entre diferentes países de la región. Este esfuerzo podría ser clave para crear políticas más efectivas que busquen reducir las desigualdades y mejorar la calidad de vida en las ciudades latinoamericanas.