Condenaron a 13 años de prisión a un hombre por intentar asesinar a su esposa con un imán
La mujer tenía una válvula intracraneal en el momento del hecho y no fue el único intento de homicidio. El acusado fue encontrado culpable de lesiones gravísimas y tentativa inidónea de homicidio calificado por el vínculo y violencia de género.

La Cámara en lo Criminal y Correccional de Quinta Nominación de Córdoba dictó una sentencia ejemplar en un caso de violencia de género que conmueve por su crudeza y violencia sistemática. Daniel Nicolás H. fue condenado a trece años de prisión por dos intentos de homicidio calificado contra su entonces esposa, M. M. H., a quien sometió durante años a maltratos físicos, psicológicos y un control absoluto sobre su vida y la de sus hijos.
El fallo judicial revela un hecho particularmente inusual y perturbador: el imputado intentó asesinar a su esposa utilizando un imán para manipular la válvula cerebral que le habían implantado tras un grave traumatismo craneal. Este acto, planeado para causar la muerte sin dejar huellas visibles, es una muestra de la perversidad y la extrema violencia a la que fue sometida la víctima.
Según consta en la sentencia, la relación comenzó cuando M. M. H. tenía solo 14 años y Daniel H., 23. Desde el inicio, el vínculo estuvo marcado por celos enfermizos, dominación, amenazas y agresiones físicas y psicológicas constantes. El primer ataque grave ocurrió el 2 de septiembre de 2018, durante el segundo aniversario de casados. Mientras ella regresaba en moto a su casa, el agresor la emboscó y la golpeó violentamente en la cabeza con un objeto contundente, causándole un traumatismo craneoencefálico severo. La víctima estuvo en coma casi tres meses y sufrió secuelas permanentes, incluyendo hidrocefalia que requirió la colocación de una válvula intracraneal.
En ese momento, Daniel H. intentó simular un accidente de tránsito para encubrir la agresión, obstaculizando la investigación y prolongando la impunidad. Sin embargo, un año después, en septiembre de 2019, aprovechando que la víctima aún se encontraba débil y recuperándose en la casa de la madre del agresor, volvió a atacarla. En esa ocasión, intentó desprogramar la válvula cerebral con un imán, con la intención clara de provocarle la muerte sin dejar rastros evidentes. El ataque no tuvo éxito, pero las amenazas y maltratos físicos y verbales continuaron, generando un daño profundo y duradero en la víctima y su familia.
Durante el juicio, M. M. H. relató con valentía el calvario que vivió desde el comienzo de la relación. «Él me controlaba todo: mis mensajes, mis amigos, mis movimientos. No podía salir sin que él supiera dónde estaba. Me golpeaba, me humillaba, y me sentía atrapada en un círculo de miedo y dolor», declaró ante el tribunal. También detalló el cruel intento con el imán, un método tan extraño como peligroso que evidencia la premeditación y la brutalidad de su agresor.
La pericia psicológica realizada en el marco del proceso fue contundente al confirmar un estado emocional frágil de la víctima, producto de años de violencia constante. El perito especialista describió una situación de «disociación emocional» y «dependencia afectiva», características comunes en víctimas de violencia de género prolongada. Señaló que M. M. H. vivía sometida a un control extremo que minaba su autonomía y capacidad para romper el ciclo de abuso, generando un cuadro psicológico complejo que requería tratamiento especializado y acompañamiento constante.
La defensa de Daniel H. intentó sostener que el primer ataque fue un accidente de tránsito y negó cualquier intención homicida, al tiempo que argumentó la inexistencia de antecedentes penales y la supuesta injusticia del proceso. Sin embargo, las pruebas médicas, periciales y testimoniales desacreditaron esas afirmaciones. Informes especializados confirmaron que las lesiones sufridas no eran compatibles con un accidente, sino con un golpe directo y premeditado.
El tribunal valoró especialmente el contexto de violencia prolongada y sistemática que vivió la víctima, la afectación a los hijos, y la manipulación y encubrimiento por parte del agresor. La conducta de Daniel H. fue calificada como lesiones gravísimas y tentativa inidónea de homicidio calificado por el vínculo y violencia de género, y se le aplicó la pena máxima correspondiente.
Además de la condena, la sentencia ordena informar a la víctima sobre el fallo y comunicar la resolución a organismos de protección de niñez, adolescencia y violencia familiar. En un acto de reconocimiento, el tribunal destacó la valentía y fortaleza de M. M. H. para enfrentar el proceso judicial y buscar justicia.
La sentencia no solo condena al agresor, sino que también visibiliza las múltiples formas que puede adoptar la violencia de género, incluyendo métodos tan insidiosos como el intento de asesinato con un imán, que buscaba causar un daño irreversible sin dejar evidencia directa.