El adiós a Francisco en una ceremonia tan austera como solemne
El ritual establecido por la Iglesia para la despedida de un Papa, un protocolo lleno de simbolismo que honra la vida y el legado del Santo Padre.

Este viernes 25 de abril, a las 20:00 horas, la Basílica de San Pedro será escenario de uno de los momentos más emotivos y solemnes dentro del protocolo funerario de la Iglesia: el cierre del féretro del Papa Francisco. La ceremonia será presidida por el cardenal Kevin Joseph Farrell, Camarlengo de la Santa Romana Iglesia, y contará con la presencia de cardenales, arzobispos y colaboradores cercanos del Pontífice, quienes se reunirán para rendirle un último homenaje antes de su sepultura.
Este acto forma parte del ritual establecido por la Iglesia para la despedida de un Papa, un protocolo lleno de simbolismo que honra la vida y el legado del Santo Padre. Durante el rito, el cuerpo del Papa será colocado dentro de un ataúd de ciprés, una madera que simboliza la humildad y la sencillez, características que marcaron el estilo pastoral de Francisco. Dentro del ataúd se incluirán objetos cargados de significado espiritual e histórico: una cruz de madera, una bolsa con monedas y medallas acuñadas durante su pontificado, y un pergamino conocido como “rogito”, que resume los momentos más importantes de su papado. Una vez sellado, este primer ataúd será colocado dentro de uno de zinc y, finalmente, en uno de madera más resistente, siguiendo la tradición de proteger los restos del Pontífice con triple ataúd.
Durante la ceremonia, que estará cuidadosamente organizada por el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas, monseñor Diego Ravelli, se darán cita numerosas figuras del Vaticano. Desde cardenales de alto rango hasta los secretarios personales del Papa, todos estarán allí para acompañar este momento íntimo pero profundamente institucional, en el que se manifiesta no solo el respeto por la figura del Papa Francisco, sino también la continuidad espiritual de la Iglesia.
Al día siguiente, el sábado 26 de abril, una vez finalizada la Misa exequial, el féretro será trasladado a la Basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco será sepultado. Esta elección no es casual. Desde el inicio de su pontificado, el Papa mostró una especial devoción a la Virgen “Salus Populi Romani”, cuya imagen se venera en esa basílica. Cada vez que iniciaba o concluía un viaje apostólico, acudía allí en silencio a rezar, depositando a los pies de la Virgen las intenciones y esperanzas de su labor pastoral.
Escoger Santa María la Mayor como su lugar de descanso eterno es un reflejo de su cercanía al pueblo y su amor por la Madre de Dios. A diferencia de otros pontífices que descansan en las Grutas Vaticanas, Francisco eligió estar en un espacio abierto y familiar para los fieles, accesible y lleno de sentido espiritual. Su sepultura en esta basílica mariana no solo habla de su profunda devoción, sino también de su deseo de seguir acompañando, incluso después de la muerte, a todos los que buscan consuelo y fe.
Con el cierre del féretro y la futura sepultura, la Iglesia cierra un capítulo importante de su historia reciente, marcado por un pontificado sencillo, pastoral y profundamente humano. El Papa que pidió “recen por mí” como primer gesto desde el balcón del Vaticano, será recordado por haber llevado el Evangelio con gestos concretos de cercanía, misericordia y humildad.