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agosto 1, 2025
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Una foto incompleta: los datos de una encuesta que no alcanza a medir la verdadera pobreza

Si bien el Indec reporta una disminución en la pobreza nacional, que se ubicó en el 38,1 por ciento al cierre de 2024, la situación sigue siendo crítica. En Córdoba, la Municipalidad enfrenta un aumento en la demanda social general y con espacios sociocomunitarios que no llegan a llenar la olla a diario.

La demanda en los comedores continúa en aumento en la capital provincial.

En el cierre del segundo semestre de 2024, el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) informó que la pobreza en Argentina descendió al 38,1%, lo que representa una caída significativa con respecto al 41,7% del mismo período del año anterior. Aunque la cifra sigue reflejando una realidad preocupante, el indicador parece ser poco fiable cuando se bajan a “territorio” esas mediciones. Ocurre que, según algunos analistas, el dato de pobreza se mide principalmente a través de los ingresos, pero deja por fuera la pobreza multidimensional, que abarca factores como educación, salud y vivienda.

En la ciudad de Córdoba, la situación de pobreza y exclusión social se viene profundizando año a año. Raúl La Cava, Secretario de Políticas Sociales y Desarrollo Humano de la Municipalidad de Córdoba, destacó que la crisis social y económica golpea especialmente a los sectores más vulnerables de la ciudad.

Uno de los mayores desafíos es la situación alimentaria. La Municipalidad de Córdoba, a través del Observatorio Social, tiene mapeados 1.833 espacios sociocomunitarios, entre comedores, merenderos y copas de leche, que atienden a unas 160.000 personas en la ciudad. Sin embargo, muchos de estos enfrentan dificultades para garantizar un suministro adecuado de alimentos, y un porcentaje importante de los beneficiarios solo recibe asistencia «a veces» o «casi nunca». El municipio acompaña a estos espacios a través de la Tarjeta Activa, con un fortalecimiento mensual. Esa ayuda, en un inicio era para gastos comunes, pero poco a poco las referentas lo fueron destinando para poder llenar la olla, situación que se profundizó desde que el Estado Nacional quitó todo tipo de colaboración y dio de baja todos los programas de alimentación.

En cuanto al Programa para Personas en Situación de Calle, La Cava detalló que desde el inicio de la gestión del intendente Daniel Passerini, cerca de 2.400 personas han pasado por el mismo y explicó que no está directamente vinculado a la pobreza o a la falta de ingresos económicos. “Se trata de un fenómeno que suele estar asociado a factores como el consumo problemático de sustancias y problemas de salud mental. En ese sentido, el trabajo de los equipos municipales multidisciplinarios ha sido clave para abordar estos casos, con el compromiso de quienes acceden al programa y buscando la revinculación familiar”, aseguró el funcionario.

Así mismo, La Cava explica que ha crecido el número de personas que, debido a la precarización económica y la falta de redes de contención familiar, han quedado en situación de calle. Actualmente, hay 29 familias con 53 niños alojados en los dispositivos municipales.

La demanda social en general ha aumentado significativamente en Córdoba también en la clase media. Entre 2023 y 2024, las intervenciones de emergencia por desalojos se duplicaron, pasando de 479 a 846. Estas personas no pudieron pagar el alquiler y no cuentan con redes de apoyo familiar.

En conclusión, La Cava reflexiona que, más allá de todo lo trabajado desde el municipio, se requiere un compromiso integral y sostenido de todos los niveles del Estado para abordar las causas estructurales de la desigualdad. “La política social no debe verse solo como una respuesta a emergencias, sino como una estrategia integral que contemple tanto las necesidades inmediatas como la resolución de las causas que perpetúan la pobreza en la sociedad”, concluyó La Cava.

En primera persona

Sofía es profesional, trabaja en relación de dependencia en una agencia de viajes. Tiene dos hijos en edad escolar y vive con su pareja, un empleado gastronómico. Sumando los ingresos de los dos, no han podido acceder a un crédito hipotecario, por lo cual llevan años alquilando. Sus hijos van a una escuela pública a cuadras de su domicilio. “Tenemos suerte de no necesitar transporte para llevar a los chicos al cole”.

Lo cierto es que Sofía cuenta lo difícil que es llegar a fin de mes, que últimamente han recortado algunos “gustos” (el helado más caro, o las papitas para los panchos…) o “placeres” (peluquería, salidas a comer, o paseos fuera de la ciudad los fines de semana), “son sacrificios que debemos hacer para poder llegar a fin de mes y, aunque algunos recortes de presupuesto no modifican sustancialmente nuestras vidas, hay otros que angustian un poco, como que los chicos tienen un único par de zapatillas para todo, y que si se rompen tiembla la economía completa…”.

Cuando se le consulta por las horas dedicadas al trabajo, reconoce que es “afortunada” porque no son muchas las horas de oficina, pero aclara que el último tiempo tuvo que sumar algunos trabajos como monotributista y cuenta: “trabajo desde casa, mientras ayudo a los chicos con las tareas o cuando se van a dormir, requiere un esfuerzo extra pero de esta forma nos aseguramos pagar todo al día”.

“No somos de salir a comer ni de pedir delivery, tenemos chef en casa… Lo que nos preocupa es que estamos usando las tarjetas para pagar las compras del supermercado, y de acá a tres o cuatro meses vamos a terminar de pagar lo que comimos hoy. Encima el alquiler se actualiza cada tres meses. Hace un par de años, el alquiler representaba el 30% de mi salario, hoy se lleva más del 70% y con lo que resta hay que pagar todos los gastos”, detalla sobre el día a día.

Y si de redes se trata, se asume muy contenida: “mis padres son abuelos muy presentes, cuidan a los chicos de vez en cuando, por suerte nos pueden echar una mano con eso, así no necesitamos niñera”. Asimismo, con algo de tristeza y preocupación cuenta: “ellos son jubilados, mi papá es comerciante y sigue trabajando. Intentamos darles una mano, para que sigan comprando sus remedios y no se vengan abajo de salud ni anímicamente. Ellos trabajaron toda su vida y tampoco accedieron a una casa propia. Hoy, ser jubilado e inquilino puede ser una combinación fatal”.