Cuando la confianza se rompe: la estafa de una madre que sacudió a una escuela cordobesa
El hecho ocurrió en el colegio Manuel Belgrano, de barrio Pueyrredón. La acusada, una madre, estaba encargada de recaudar el dinero y, a días del evento, aseguró haber sido víctima de un robo. Las familias reunieron los fondos en 48 horas y llevaron el caso a la Justicia.

En barrio Pueyrredón, donde las historias familiares se entrelazan desde hace décadas y la confianza funciona como un valor central de la vida comunitaria, un hecho inesperado quebró un entramado construido durante años. La denuncia contra una madre acusada de haberse apropiado de 11 millones de pesos destinados a la fiesta de egresados del sexto año del colegio armenio Manuel Belgrano no sólo puso en riesgo un evento largamente esperado por los alumnos, sino que generó un cimbronazo profundo en una comunidad en la que “todos se conocen”.
La escuela Manuel Belgrano forma parte de la colectividad armenia de Córdoba, históricamente asentada en barrio Pueyrredón, donde se concentra la mayor cantidad de familias de ese origen. No se trata únicamente de un establecimiento educativo: es un espacio identitario, social y cultural. Por eso, lo ocurrido fue vivido como algo más que un conflicto económico.
Según relataron madres y padres del curso, el dinero para la fiesta comenzó a reunirse en abril de 2024, cuando se contrató el salón. Tres padres firmaron el acuerdo y una de las madres fue designada como tesorera, encargada de recaudar los pagos y entregarlos al salón. Durante meses, las familias transfirieron dinero o entregaron efectivo, convencidas de que los compromisos se estaban cumpliendo.
Carolina, madre de uno de los egresados y una de las damnificadas, reconstruyó en diálogo con Diario Puntal el momento en el que todo se desmoronó. “Nos damos con que el dueño del salón nos dice ‘no creo que se lleve a cabo la fiesta porque ustedes no han cancelado. Tenían hasta el 28 de noviembre para cancelar y no se canceló’. Una de las madres, la nombramos tesorera, se hacía cargo, nosotros le pasamos la plata y se la tenía que llevar al salón”, relató.
Los pagos se realizaban de manera escalonada, con valores que se actualizaban con el correr de los meses para que fueran más accesibles para todo tipo de bolsillos. “Fuimos pagando las entradas al evento. Según la altura del año tenía un precio. Iba modificándose cada tres meses. Nosotros estábamos creyendo que estaba pagado”, explicó Carolina.
La situación estalló apenas tres días antes de la fiesta, prevista para el sábado 13 de diciembre.
Carolina explica ante Puntal que “El día 10 de diciembre nos informa que le habían robado la plata el 2 de diciembre”, señaló. Sin embargo, al hablar con el salón, surgieron contradicciones: “En el salón nos dijeron que ella había hablado de un robo el 27 de noviembre. Después decía el 1, el 2. Todo se contradice”.
Según el testimonio, no hubo denuncia policial ni registros fílmicos que acreditaran el supuesto robo. Incluso, Carolina sostuvo que la mujer siguió cobrando dinero después de la fecha en la que decía haber sido asaltada. “Hasta el día 9 intenta cobrar. De hecho, lo cobra. Hay madres que transfieren. Y ahí ya no le habían robado”, remarcó.
La gravedad del panorama obligó a una reacción urgente.
“Nos juntamos todos los padres en una plaza y empezamos a ver cuánto podía poner cada uno. Uno puso más, otro puso menos. Hicimos una colecta, pusimos un alias y juntamos la plata”, contó. En menos de 48 horas, la comunidad educativa y la colectividad armenia lograron reunir el dinero necesario.
“Se pudo hacer la fiesta, gracias a Dios. Había gente que había viajado, chicos que habían alquilado el traje. Se pagó nuevamente todo”, expresó Carolina.
La hija de la mujer denunciada asistió al evento acompañada por un familiar, una decisión consensuada por los padres. “No es responsable. Se decidió que vaya a la fiesta”, aclaró Carolina.
En las últimas horas, trascendió que la acusada habría presentado certificados médicos en los que afirma padecer ludopatía, un trastorno asociado a la adicción al juego. Sin embargo, entre las familias crece la desconfianza. Tras hacerse público el caso, otras personas comenzaron a relatar situaciones similares, ocurridas en distintos ámbitos y que nunca habían sido denunciadas.
Actualmente, hay denuncias penales en curso, “Fuimos todos los papás a denunciar. Ahora estamos esperando que se haga justicia. Que pague lo que debe y devuelva el dinero”, concluyó Carolina.
En un barrio donde la confianza siempre fue la base de la convivencia, el caso dejó una herida abierta. No sólo por el dinero, sino por el quiebre de un lazo comunitario que parecía inquebrantable.