Caputo celebró en Córdoba el uso libre de dólares no declarados

En una presentación que mezcló elogios al mercado, ataques al Estado y promesas de libertad financiera, el ministro de Economía Luis Caputo disertó este jueves en la Bolsa de Comercio de Córdoba, donde celebró la inminente entrada en vigencia del sistema que permitirá usar libremente los “dólares del colchón” sin obligación de declarar consumos por debajo de 50 millones de pesos.
Lejos de un debate plural o técnico, el evento –colmado de empresarios y dirigentes alineados con el oficialismo– sirvió como plataforma para consolidar un relato ideológico que busca legitimar una economía orientada a desregular, premiar al capital no declarado y desmantelar mecanismos básicos de control estatal.
Caputo no ahorró en frases grandilocuentes: habló de “refundación”, de “cambio de régimen” y de “superávit primario y control monetario absoluto”. Sin embargo, evitó referirse a las consecuencias sociales del ajuste que hizo posible ese superávit, como la caída del consumo, la recesión prolongada y el aumento del desempleo informal.
Con un tono que rozó lo revisionista, el ministro retrató al Estado argentino como una maquinaria de persecución. “Todos los argentinos eran delincuentes”, afirmó, como si la evasión fiscal, el lavado de dinero o la fuga de capitales fueran meras construcciones burocráticas y no delitos con impacto real en la desigualdad y la falta de inversión pública.
El nuevo sistema anunciado —que comenzará a regir el 1° de junio— exime a los ciudadanos de declarar compras realizadas con dólares en efectivo por debajo de un umbral millonario. Bajo la promesa de “libertad”, se habilita en los hechos un canal para el uso de dinero no bancarizado, sin mecanismos claros de trazabilidad ni garantías contra la informalidad o el lavado de activos.
La medida es presentada como una forma de “confiar en la gente”, pero en la práctica beneficia de forma desproporcionada a quienes ya poseen capital fuera del sistema formal. Lejos de impulsar una cultura tributaria más justa o fomentar la bancarización, el Gobierno da un guiño explícito a los sectores que durante años eludieron impuestos.
Caputo tampoco disimuló su alineamiento con la figura de Javier Milei, a quien describió como “la llave fundamental del proceso”. Esta centralización del poder económico en decisiones políticas unipersonales despierta inquietudes incluso entre sectores conservadores que históricamente valoraron la previsibilidad y la institucionalidad.
Al presentar el plan como una gesta voluntaria y no como una respuesta a una crisis, el ministro intentó imponer la idea de que el sacrificio social que implicó el ajuste es parte de una visión de largo plazo. “No es casualidad, lo buscamos”, afirmó. Pero el trasfondo de esa afirmación deja un sabor amargo: si la recesión, el desempleo y la retracción del mercado interno fueron planificados, ¿a quién beneficia realmente esta “refundación”?
Mientras Caputo pide “no temer” al proceso en marcha y asegura que “hay evidencia empírica de que está funcionando”, en los barrios, en las pequeñas empresas y en los hospitales públicos, las consecuencias del modelo comienzan a sentirse con fuerza. La “libertad” que pregona el oficialismo parece, por ahora, un privilegio reservado para quienes pueden esconder sus dólares, no una solución para quienes los necesitan para llegar a fin de mes.